EL SECTOR, ILUSIÓN v REALIDAD
Seamos sinceras, quien de nosotras no se ha encontrado pagando un tratamiento carísimo para quitar la celulitis, o se ha gastado medio sueldo en varias sesiones de magia embotellada divino y súper lujoso que nos prometía tener una piel como la que tenías a los 15 años.
El mundo de la estética no ha cambiado mucho en los últimos años, el cambio ha venido de la mano de la ilusión, acercando tratamientos y técnicas antes solo alcanzables por las celebritis más envidiadas a nuestra vida cotidiana.
Nos ofrecen la ilusión de parecernos físicamente a nuestros referentes, dejando en nuestro pensamiento más profundo una autoestima dañada y solo mejorable con el consumo de más productos, tratamientos, moda, etc…
No vengo del sector de la belleza, mi formación es de económicas, nada que ver, como podréis observar. Pero justamente por eso decidí meterme de lleno en este mundo.
Como consumidora de estética y moda ¡apasionada diría yo! He acudido a infinidad de centros donde mejorar mi aspecto físico. Centros punteros, con los mejores médicos, donde acuden influencers gratis o pagadas para promocionar un súper tratamiento que no les hace falta o que potencian con un filtro de Instagram en su publicación, solo con la única intención de crearte la necesidad de estar divina.
En el mejor de los casos, me han tratado como si fuera una princesa que merece ser cuidada como si fuera de cristal, un ambiente de espiritualidad creado con fotos de budas, esencias naturales y un trato de lo más exclusivo para hacerme sentir una celebriti por un día.
Pero donde al entrar he perdido mi propio ser, empezando a querer salir de allí sintiéndome como aquella famosa que decía sentirse única, o pareciéndome a ella con algunos pinchacitos de botox para paralizar mis expresiones, unos labios carnosos a modo de salchicha y pómulos bien marcados, desdibujando mi cara.
Recuerdo en uno de esos centros famosos de Barcelona (del cual no diré el nombre) salir paralizada para arrancar a llorar al subirme coche de vuelta a casa, a mi rutina, a la cena de los peques, la plancha, en definitiva, de vuelta a mi realidad. La doctora que me atendió muy profesionalmente en ese templo de la belleza, se limitó a decirme todo lo mejorable que estaba mi cara y cuerpo, la cantidad de tratamientos y arreglos que necesitaba hacerme para parecer más joven, como si mis cuarenta y tantos no se debieran de notar.
Fui buscando sentirme única y me fui sintiéndome una más que necesita invertir y no poco dinero para llegar a serlo.
Y me pregunto, para sentirme única tengo que ser tratada como una princesa, tengo que cambiar mi rostro según la moda, o mejor, tengo que vivir esclava de una imagen prediseñada.
Me niego, rotundamente.
Soy única porque soy yo, no quiero un sitio donde me recuerden todo lo que no está perfecto, solo necesito un lugar donde no me vendan ilusiones, donde me vean como una mujer que quiere cuidarse pero que se quiere como es.
Donde me vean única sin necesidad de cambiarme por fuera, si no viéndome por dentro.
La estética tiene que estar al servicio de las personas, ayudar a mejorar y potenciar nuestra belleza natural y perdonarme si soy atrevida, pero eso no pasa por decir todo lo que me cambiarias, sino todo lo contrario.
De la misma manera que hay diferentes estilos de vestir, complementos o nos cambiamos el color del pelo según nuestra personalidad, la estética tiene que dejar de vender ilusión para empezar a potenciar nuestra realidad.
Cada mujer es única simplemente por ser ella misma, los años son un regalo que hay de disfrutar y nuestro cuerpo es solo nuestro, aceptemos lo bellas que somos, dejemos salir la magia que todas tenemos dentro, cuidemos nuestro aspecto con amor propio y mejoremos aquello que nos molesta, pero nunca jamás queramos ser o parecer algo que no somos.
Si te pierdes tú, dejas de ser única. No eres una princesa que necesite mentiras de cuentos, eres una mujer que necesita realidades de vida.
Estefanía Murillo. Fundadora de Manüia.